Autor:
Eugène Delacroix (1798-1863), romanticismo francés.
Reflexión previa.
Al viajar entendemos que lo lejano tiene un sabor diferente, característico. No se trata de lo mismo en otro sitio, sino de algo distinto: las personas, el clima, los edificios, los olores, las costumbres, la cultura…
Pintar de la misma forma lo exótico hace que pierda su esencia, y por lo tanto, que no resulte creíble. ¿Cómo nos podríamos asegurar de plasmarlo adecuadamente?
Obra:
Delacroix utilizó para ello el color, del que fue uno de los mayores maestros de la historia (junto con Matisse, por ejemplo):
Mujeres de Argel (1834), Louvre.
Más:
Imágenes de obras de Delacroix (Google).
El viaje a Marruecos y Argelia de 1832 le permitió presenciar colores y luces nuevas, pero se obligó a pintar los cuadros varios años más tarde para poder reflejar lo que quedó en su imaginación en lugar de limitarse a reflejar la realidad tal cual.
Al hablar de exotismo y de color, probablemente muchos hayamos pensado en Gauguin, quien también utilizó el color de forma única.